¡Qué vistas!
Impresionante el paisaje mallorquín y soberbio el emplazamiento de la casa. Sus equilibrados volúmenes se adaptan como un guante al terreno y, al fondo, el mar ejerce su magnetismo cromático. La vida, tanto dentro como fuera, se hace cómoda, relajada, contemplativa, felizmente asomada al horizonte.